Las aplicaciones prácticas de las habilidades psíquicas muestran principalmente de manera objetiva y práctica los resultados de la autoconcentración y la energía. De esta manera, el estudio de la autoconcentración y el control de la capacidad mental se convierten en una cuestión científica, ya que se pueden estudiar a través de experimentos objetivos y medibles. Hacemos estos experimentos principalmente por nosotros mismos, para evitar varias trampas y delirios que pueden surgir cuando uno se basa únicamente en experiencias internas. A menudo es difícil distinguir visiones reales de fantasías e influencias realistas de alucinaciones. Los experimentos de mentalidad son una solución segura y clara para hacer esta distinción.
Las habilidades psíquicas son muchas y los fenómenos causados son asombrosos ya que a veces parecen desafiar las leyes naturales. Pero este no es realmente el caso. Todo tiene una explicación lógica y una forma de trabajar.
Las habilidades psíquicas se dividen principalmente en dos tipos: aquellas en las que el individuo influye en el entorno y son las aplicaciones de la voluntad y aquellas en las que las influencias del entorno se perciben y son las aplicaciones de la percepción.
Comenzamos con los experimentos más simples y fáciles: telequinéticos e intuitivos. A medida que una persona se fortalece, se enfrenta a aplicaciones más difíciles.
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Experimentos Telequinéticos
En los experimentos telequinéticos, proyectamos la energía interna fuera de nuestro cuerpo hacia un objeto y, por lo tanto, influimos en su movimiento y lo hacemos de la manera que deseamos. De todas formas la proyección de la energía se realiza por el cuerpo y se difunde en el entorno, sin embargo, al enfocar nuestro pensamiento podemos activarla de una manera mucho más específica.
Experimentos Intuitivos
Si enfocamos nuestra atención en un objeto y somos receptivos a su influencia, entonces podemos percibir la calidad que emite. Si el objeto abarca un significado especifico, una imagen o un texto con una historia, entonces podemos percibir el significado y describirlo, sin mirar la imagen con nuestros ojos y sin leer el texto, pero sintiéndolo intuitivamente. Luego, mirando la imagen o leyendo el texto, podemos confirmar hasta qué punto estamos en lo cierto en nuestra descripción intuitiva.